¿Qué tal si podríamos cambiar ciertas cosas de nuestras vidas? De esas cosas que no nos salieron bien, de las que nos impactaron muy profundamente. ¿Qué daríamos para poder revivir los momentos de nuestra niñez que nos hacían tan felices? El olor de la comida de nuestra mamá, el sabor de un dulce, la angustia de las tareas, las pláticas ligeras con los amigos, la primera vez…
De esto se trata con la película "Camille redouble", en la cual todo está permitido. Un regreso al pasado con música rock, uñas rojas y euforia permanente. Y lo más chistoso, es que Camille, que tiene 40 años al principio de la película, regresa a sus 16 años pero en su cuerpo de señora y nadie se da cuenta.
Sin duda, lo mejor de la película es como nos mantiene como espectador al pendiente de lo que va a pasar con la historia, y como el director puede -o no- hacernos viajar sin que nos importe la lógica, o la veracidad de la historia.
Asegurado sin efectos especiales, sin rubias bonitas, sin nada crujiente, pero con mucha ternura (demasiada a veces) puede ser molesto para nosotros espectadores ya que nos encontramos con una historia al borde del límite y unos momentos tan cursis que te da ganas de salir de la sala corriendo.
Sin embargo la historia no hace para nada la película, sino más bien, la actuación fresca y la manera ligera de presentar los personajes como si fueran mágicos. Por ejemplo, me enamoré del vendedor de relojes, que es como una mezcla de Yoda y Merlín. Me hizo feliz ver dos de los personajes de "Les beaux gosses" y otros detalles estéticos de la película.
Para lo demás es una película irrelevante. Una de esas que hasta podrías soportar que tu vecino haga ruido comiendo palomitas. Si le perdonamos al director, le perdonamos a todos y nos la pasamos bien.
Las películas irrelevantes también tienen lo suyo. |